domingo, 17 de diciembre de 2017

Que sepas mi nombre no significa que me conozcas

Un padre y su hijo de veinticuatro años iban en el tren. El joven miraba por la ventana y gritó con alegría:
—¡Papá, mira, parece que los árboles pasan volando!
El padre sonrió dulcemente y asintió con la cabeza.
Frente a ellos, una pareja intercambió miradas expresando compasión por la conducta tan infantil del joven. Éste gritó de nuevo, riendo emocionado:
—¡Papá, mira, las nubes nos persiguen!
El padre le volvió a sonreír.
El hombre no pudo resistirse y le dijo al padre:
—Tal vez debería llevar a su hijo a un buen médico…
El padre, afablemente, le contestó:
—Lo hice. Acabamos de salir del hospital. Mi hijo era ciego de nacimiento y acaba de recuperar la vista…
Sabes mi nombre, pero no mi historia.
Has oído lo que he hecho, pero no por lo que he pasado.
Sabes dónde estoy, pero no de dónde vengo.
Me ves riendo, pero no sabes lo que he sufrido.
Deja de juzgarme.
Que sepas mi nombre no significa que me conozcas.

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